El caso catalán es paradigmático de
multitud de disfuncionalidades tanto individuales , sociológicas
como institucionales. Prescindiendo de las sociológicas ( pues la
sociedad catalana es un ejemplo claro de sociedad en transición
hacia el totalitarismo o de un cesaro-culeísmo que lleva a la
instauración de dogmas deportivos que se convierten en politicos y
por lo tanto incuestionables ) e incluso de las individuales ( el
fenómeno del charneguismo , el ardor del converso etc..), voy a
centrarme en las institucionales. En concreto , de la penúltima
ocurrencia de una generalitat , ( cada vez más instalada en una
esquizofrenica dualidad de necesitar a España y al mismo tiempo
odiarla) que considera la declaración de soberanía de su parlamento
una manifestación de un derecho “ nacional” a la libertad de
expresión. Derecho por otra parte de nuevo cuño, pues
tradicionalmente, la libertad de expresión se ha considerado por
todas las jurisdicciones del mundo, un derecho de raigambre
individual. Incluso se ha invocado para garantizar un espacio de
libertad al individuo frente al estado, no como pretende la
generalitat , para crear una uniformidad ideológica frente a un
enemigo común tan imaginario como ridículo.
Más allá de estas bizarras
interpretaciones de un derecho básico de cualquier estado
verdaderamente constitucional, me propongo hacer unas consideraciones
de naturaleza filosófico-política al respecto. En primer lugar la
idea de constituir a la nación como sujeto de derechos políticos,
es una constante del pensamiento constitucional, al menos desde que
el pensador francés sieyes considerara a la nación, como el
vehículo conceptual para permitir al tercer estado , ejercitar sus
derechos políticos frente a los estamentos privilegiados del clero y
la nobleza.
La idea de nación política es unida a
la de la nación cultural por el pensamiento romántico y
nacionalista. Este consideraba ,en virtud del pensamiento organicista
que profesaba, que la nación era un sujeto ético-espiritual dotado
de voluntad y destinado a constituirse en el único y verdadero
sujeto político. Esta es la idea que subyace en el pensamiento del
nacionalismo catalán. Se propugna una hipostasis, esto es una
reificación de la categoría aristotélica de la sustancia (
hypokeimenom ) a la que se considera el único y verdadero ente de la
realidad política. ¿ Es posible considerar a la nación y no a los
individuos , el verdadero “atomo” de la realidad política?....En
realidad el concepto de sustancia , es el nudo gordiano de la
metafísica occidental, esa que nace a la historia del pensamiento
con Aristóteles y que entra en profunda crisis con la revolución
copernicaca kantiana. Como cualquier otra realidad metafísica , no
es falsable, ni empíricamente comprobable. Un filosófo analítico
incluso diría que es una expresión lingüística no referencial y
por lo tanto carente de sentido. Independientemente de la
consideración que nos merezca la metafísica y los intentos por
rehabilitarla como saber ( como en la célebre obra “ Ser y tiempo”
de Heidegger), hay un hecho incuestionable. Ni el mismo Aristóteles
tenía muy claro que la sustancia fuera algo más que una realidad
lógica, esto es, un sujeto de predicación del resto de categorías.
Si el mismísimo fundador del concepto, no tenía clara la realidad
ontológica de la sutancia, mucho nos tememos que ni el derecho a
decidir del parlamento catalán pueda resolver ( pese a la abundante
cantidad de sustanca gris que se genera en sus bizantinas discusiones
parlamentarias) tan capital cuestión. De ahí que tengamos que
adoptar un sano escepticismo a lo Montaigne , a la hora de
pronunciarnos a cerca de la hipóstasis de la nación catalana.
En cualquier caso nos quedaremos con
las sabias apreciaciones que Hermann Heller hacía en su capital obra
“ Teoría del Estado”, donde decía que el concepto de sustancia
había dejado paso al de función con el de la advenimiento de la
modernidad, siendo por lo tanto inoperante para construir una teoría
del estado válida para los tiempos modernos.
Utilizando una analogía
cinematográfica, el comportamiento del nacionalismo catalán en
relación con su cuestión identitaria, me recuerda cada vez más ,
al comportamiento del personaje de José en la película “condenados”
de Manuel Mur-Oti. Personaje profundamente inseguro a cerca de su
valía e identidad personal, quien carcomido por los celos ,
culpabiliza a su esposa Aurelia de los mismos, pese a que es
plenamente consciente de la inexistencia de “falta” alguna en la
misma. El nacionalismo catalán está tan inseguro de su propia
identidad nacional que bascula entre la paradoja de la búsqueda de
la independencia , mientras negocia alevosamente mejores condiciones
con el invasor de “ Madrit”. Esto explica comportamientos tan
contradictorios como el de intentar defender la legalidad de sus
decisión soberanista ante un tribunal de un estado, cuya
jurisdicción no reconoce. Desconociendo por ello, un principio
básico de la teoría política, aquel que dice que el poder
constituyente originario de un pueblo es un poder absoluto y
pre-jurídico, lo cual hace absurdo alegar normas constitucionales (
derechos fundamentales en este caso ) para defenderlo. Se deberá
hacer valer , caso de que exista, por vías políticas pero nunca
jurídicas.
Al modo de Kafka en el proceso, “
Arthur Mas K” se ha levantado una mañana y ha pensado “Alguien
debió de haber calumniado a Cataluña, porque sin haber hecho nada
malo, una mañana fue detenida"..........
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