sábado, 13 de abril de 2013

SIN MIEDO A LA REPÚBLICA


Dos han sido básicamente las objeciones que el republicanismo se ha encontrado en España a la hora de plantear una propuesta democratizadora de la jefatura del Estado. La primera es de tipo conceptual, tradicionalmente se ha entendido por el sector académico e ilustrado de este país la república en términos estrictamente institucionales, como aquel sistema político donde la jefatura del Estado no es permanente ni vitalicia y donde ésta tiene una legitimidad popular, ya sea por la elección popular directa del jefe del Estado o a través de la elección indirecta (nombramiento por las cámaras legislativas).


Desde esta perspectiva se ha defendido por los críticos de la república en España que no hay demasiada diferencia entre tener un jefe del Estado republicano o, mucho más ahora que en la mayoría de países de nuestro entorno las jefaturas del estado tienen un carácter más bien simbólico e institucional que efectivamente político. Los partidarios de estas tesis (generalmente juancarlistas) incurren en una contradicción, pues al mismo tiempo que infravaloran la distinción monarquía-república como forma de jefatura del Estado, destacan la capital importancia de la institución monárquica en las relaciones internacionales, el "éxito" de la transición o la misma estabilidad del sistema, lo cual implica, según su razonamiento, que la monarquía hace "cosas" por el país que una jefatura del Estado republicana no puede alcanzar.
Estos monárquicos encubiertos (muchos de ellos en las filas de lo que se conoce como izquierda) han logrado inocular en la mentalidad del español medio (ya sea de derechas o de izquierdas) un ideal monárquico sin necesidad de apelar a las tradicionales justificaciones de la monarquía (derecho divino, continuidad dinástica e histórica, papel moderador...), con ropajes republicanos. Así algún célebre político español ha llegado a calificar a la monarquía de Juan Carlos, como una república coronada (siendo bastante poco originales por cierto ya que la frase es del jurista alemán del siglo XIX Georg Jellineck).
Mientras la monarquía Juan Carlista gozó de la impunidad mediática y de la legitimidad carismática, derivada de su supuesto papel esencial a la hora de evitar la involución del régimen durante la Transición y el fallido Golpe de Estado del 23-F, dicha justificación del juancarlismo funcionó a las mil maravillas y logró desactivar cualquier intento serio de plantearse la ilegitimidad de una corona que fue impuesta a la ciudadanía por un dictador y unas oligarquías que practicaron el gatopardismo en estado puro.
Como consecuencia del estallido de la brutal crisis económica en la que ahora nos encontramos y sobre todo por el"urdangaringate" (que ha mostrado las miserias de la institución), se ha visto claramente que de haber existido una república en España, dichos desmanes del jefe del estado y su camarilla, no se hubieran podido producir.
De haber acontecido casos de corrupción o de abuso de poder, se hubieran arbitrado los mecanismos de defensa de la legalidad propios de cualquier estado de derecho. Algo a todas luces imposible en la monarquía, incompatible por definición con un axioma fundamental del Estado de Derecho: la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos con independencia de su origen o condición.
Sin embargo hay otra objeción a la república en España, muy recurrente sobre todo en los sectores más conservadores y reaccionarios de este país, que plantea muchos más problemas a la hora de implementar un sistema republicano en España. Ciertos sectores apuntan a la idea de que la república es sinónimo de caos, desorden, de Guerra Civil incluso. Estos sectores vinculan la república con ciertas ideologías cercanas al marxismo, al anarquismo o la izquierda radical en general.
En primer lugar, hay que destacar que es cierto que dichas ideologías son republicanas. El marxismo y al anarquismo colectivista se definen como humanistas y repudian la opresión del hombre por el hombre. La monarquía ha sido tradicionalmente un régimen opresor de las capas más desfavorecidas de la sociedad, de ahí que sea lógico que dichas tendencias políticas se definan como republicanas.
Por otra parte, ha habido en España republicanos conservadores tipo Niceto Alcalá Zamora o Alejandro Lerroux, si bien es cierto que en España la mayoría de la derecha, más reaccionaria ha sido tradicionalmente monárquica.
Por otra parte, en países de nuestro entorno, que han asimilado mejor la modernidad surgida de la Revolución Francesa, el republicanismo tiene una amplia aceptación en las filas del pensamiento liberal-conservador (Francia, Italia, Alemania...). También suele ser habitual, entre los agoreros del advenimiento de una III república en España, mencionar las dos experiencias republicanas fracasadas en el país.
Para empezar habría que cuestionar hasta qué punto dichas experiencias naufragaron por sí mismas o más bien por obra y gracia de monárquicos reaccionarios. No obstante, no es éste el objeto de este breve artículo pero baste con citar que las tres instauraciones borbónicas en España han sido de un éxito bastante discutible cuando menos y casi nadie en las filas republicanas invoca razones históricas para oponerse a la monarquía en España. Son razones de índole democrática las que nos llevan a muchos (cada día somos más) a pedir la instauración de una tercera república en España. Una de ciudadanos libres e iguales, imbuidos de lo que Cicerón llamaba la virtud republicana, aquella que nos hace ser ciudadanos y no meros súbditos
PUBLICADO EN ÚLTIMO CERO EL 13-04-2013

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