Gonzalo Fernandez de la Mora vaticinó
en el "ocaso de las ideologías" el fin de la política y
su sustitución por la técnica. El mundo del siglo XXI sería un
mundo hiper-tecnificado donde las querellas ideológicas dejarían
paso a las soluciones eficientes de los problemas colectivos. La
realidad es que , ya en pleno siglo XXI, las ideologías están más
vivas que nunca. La crisis de la zona euro ( la que algunos ya
denominan la crisis del final del capitalismo) ha puesto sobre el
tapete la vigencia de ciertas ideologías que parecían ya
abandonadas por caducas. El marxismo parece que resurge con fuerza
entre las masas de desfavorecidos por los desmanes de la crisis
financiera, el neo-liberalismo Tatcherista parece más vivo que nunca
a tenor de los vituperios que se profieren contras las políticas
"neo-con ", que se dice se aplican en la actualidad. La
realidad es que la dicotomía izquierda y derecha, que saltó a la
palestra de la teoría política de una forma contingente ( la
ubicación física de los diputados en la asamblea nacional francesa
de 1791), está más viva que nunca, APARENTEMENTE, como bien apunta
Norberto Bobbio en su célebre ensayo sobre la cuestión.
Una vez constatada la presencia de los
dos términos antitéticos en la praxis política, resulta de
especial interés inquerir sobre la realidad sustancial de los
mismos, es decir ¿ realmente la izquierda y la derecha apuntan en su
significación a algo tangible y real?, ¿ O se trata más bien
simplemente de conceptos vacíos, más propios de la retórica
política ?....
Tradicionalmente se ha apuntado que la
igualdad y la libertad constituyen dos polos enfrentados
dialécticamente, de forma que la izquierda enfatiza más la igualdad
en detrimento de la libertad, frente a la derecha que postula más la
primacía de la libertad sobre la igualdad. En realidad con esta
diferenciación se apunta a la dimensión normativa de la teoría
política, al deber ser más que a la realidad de los hechos. Desde
el punto de vista de la práctica política entendida como lucha por
la consecución y conservación del poder, tanto las organizaciones
políticas que se definen de izquierdas o de derechas buscan el mismo
objetivo práctico: la conquista del poder. En los sistemas políticos
abiertos, donde hay competencia entre los partidos políticos ( con
vocación de gobierno) para la consecución del poder, la conquista
del mismo se subordina a la consecución de amplios y mayoritarios
respaldos populares a sus respectivas propuestas. De esta manera
ninguna organización política que aspire a gobernar, sociedades
complejas y muy plurales como las actuales, puede limitar su discurso
a favorecer a sectores muy determinados del espectro social, de lo
contrario no conseguirían sus objetivos políticos. Esto es una
evidencia "cratológica".
La diferenciación, en el seno de
sociedades complejas, radica no tanto en la consecución de objetivos
si no en la manera de perseguir los mismos. En la actualidad, es más
plausible, distinguir entre partidos estatistas ( los mayoritarios
dada la vigencia del estado del bienestar) y partidos no estatistas.
Dentro de estos últimos se puede establecer una ulterior distinción
entre partidos abolicionistas del estado ( anarquismo no colectivista
o individualista) y partidos limitadores del poder estatal.
Los estatistas creen que el Estado y
por ende lo que ellos llaman " lo público" es más
adecuado para la consecución de obejtivos redistribuidores de la
riqueza, que ellos asumen como ya " dada". La economía
funciona como un juego de suma cero, donde se trata de logar un
reparto lo más equitativo posible de una riqueza necesariamente
limitada, como limitados son los recursos necesarios para generarla.
En el pensamiento estatista también anida una antropología
pesimista de la naturaleza humana, heredada sin duda de las raíces
judeo-cristianas de la civilización occidental. Por otra parte , en
toda forma de estatismo, hay un recelo de la propiedad privada , que
se considera ( en la línea del pensamiento roussoniano) el origen de
las desigualdades entre los hombres. El mercado es entendido en
términos competitivos y monopolísticos, nunca en términos
cooperativos y de equilibrio dinámico. Por contra los
anti-estatistas profesan una confianza ilimitada en las posibilidades
creativas del ser humano, al que consideran capaz de aumentar
exponencialmente la riqueza disponible. Recelan del estado, al que
ven como "depredador", más que como re-asignador y
entienden la propiedad privada como un límite a la tendencia del
hombre a dominar a sus semejantes. El mercado es cooperativo y el
único indicador efectivo de la existencia de la necesidades humanas.
Entienden que el mercado puede ser disfuncional ( algo que no siempre
se acierta a ver por parte de sus críticos) pero que sus
disfuncionalidades son o pueden ser auto-corregidas sin la necesidad
de ninguna intervención coactiva.
Entender en términos tradicionales la
diferenciación entre izquierda y derecha , es hacer como los romanos
con el dios Jano, tener una divinidad única con dos cabezas, o
admitir una trinidad política del centro , la izquierda y la
derecha. En definitiva hacer teología política , más que ciencia
política. La realidad es que es el estado más que los fines, lo que
marca las diferencias entre dos cosmovisiones del hombre y sus
relaciones con sus semejantes.
Si circunscribimos la diferenciación
política a la diferencia entre estatismo y no estatismo, seremos
capaces de comprender mejor las controversias actuales en sus justos
términos.
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